Solidaridad y esperanza: tiempo de abrir caminos a la justicia y la paz
En esta coyuntura que viven muchos países de nuestra querida América Latina y El Caribe, queremos expresar nuestra solidaridad con todas aquellas personas, comunidades y pueblos enteros de nuestra Patria Grande que viven sumergidos en la pobreza, la inequidad, la exclusión y la indigencia, que viven descartados; y, también, con todos aquellos hermanos y hermanas que están trabajando decididamente por construir caminos de paz y de justicia para gestionar los conflictos y restablecer modos de convivencia que cuiden e integren a todos y a todas, de modo que garanticemos la concreción de condiciones de vida más humanas para el desarrollo de toda la persona y para todas las personas como nos lo enseñó Jesús: “he venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10).. Queremos llamar la atención sobre tantas situaciones trágicas y dolorosas, algunas de las cuales aparecen en el foco mediático actual, y sobre tantas otras que siguen siendo urgentes y desafiantes pero han dejado de ser noticia. Sentimos especial dolor por los sufrimientos debido a situaciones problemáticas que padecen algunos de nuestros pueblos de la región, como es el caso de Chile, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Puerto Rico, Haití, Honduras y Nicaragua, entre otros y solo para citar algunos. Es cada vez más notorio que “injustas desigualdades sociales muestran a pocos que acumulan poder y fortunas en modo escandaloso ante multitudes desechadas, excluidas, descartadas, condenadas a la lucha por la sobrevivencia”. Aunado a esta realidad está el hecho de la constatación de querer imponer por caminos democráticos en la región ciertas ideologías que han perdido sus valores y se erigen hoy día como paladines de un poder hegemónico, utilizando a los pobres y sus comunidades como medios para lograr fines políticos que trascienden fronteras nacionales y que permiten un nuevo colonialismo, debilitando el Estado de Derecho y la separación de poderes, lo que impide caminar hacia un marco de justicia y solidaridad. Sin embargo, nuestros pueblos están sí desgarrados pero no abatidos, sufridos pero no deprimidos. La fe del santo pueblo de Dios, la fe de muchos, la inculturación de los misterios de Dios en la religiosidad popular de los pobres y sencillos de corazón se expresan en un profundo sentido de la propia dignidad de nuestra gente, su pasión por la justicia, sus sentimientos y actitudes de solidaridad ante las circunstancias dramáticas de vida de sus semejantes en las calamidades sociales y naturales que los afligen, esa fraternidad que nos hace reconocer como latinoamericanos. Debemos recordar y confiar en la sentencia de Jesús: “En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo.” (Jn 16,33) En el camino de la construcción de la justicia y de la paz, es imprescindible que las autoridades, los partidos políticos, la sociedad civil y sus organizaciones, los movimientos populares, las universidades e intelectuales, la ciudadanía organizada se encuentren en diálogos abiertos y sinceros que permitan aunar esfuerzos para la construcción de una sociedad que todos sientan como propia y para la cual todos busquen el bien común. Esto no será muy difícil si, como nos decía el Papa Francisco en Bolivia, empezamos reconociendo que necesitamos un cambio para enfrentar problemas comunes a todas las y los latinoamericanos y, en general, también de toda la humanidad, problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo. ¿Cuál es la orientación de este cambio urgente? Laudato Sí’ nos señala el camino: “Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad” (LS 5)
El mismo Papa Francisco nos recordó que este cambio es posible, para lo cual será imprescindible asumir, al menos, cuatro tareas a corto, mediano y largo plazo:
● Poner la economía al servicio de los pueblos: los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero y sus dueños. Es imprescindible decir “no” a una economía de depredación, exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. (cf EG 53)
● Unir nuestros pueblos en el camino de la paz y la justicia, ayudando a que cada pueblo sea artífice de su propio destino, a transitar en paz su marcha hacia la justicia, sin tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil.
● Defender la madre tierra. La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave. Deseamos que el Sínodo de la Amazonía nos ayude a promover la ecología integral desde una conversión pastoral y ecológica.
● Hacer de la política un servicio a la vida y al bien común. El compromiso por el bien común debe estar inspirado por la caridad; por eso, la política, los gobiernos, los poderes públicos deben reconocer la dignidad humana y trabajar por el desarrollo integral y sustentable de los pueblos.
Como Cáritas de América Latina y El Caribe nos sentimos llamados a ser una presencia cercana, fraterna y animadora que acompaña esos caminos. Seguiremos trabajando a pesar de las adversidades, sabiendo que Caritas es la caricia de la Madre Iglesia para con sus hijos e hijas. La Caridad es base fundamental para un nuevo orden mundial. Sólo desde la fe en el resucitado logramos incentivar el bien y el amor. Fe y caridad, fe y amor, fe y justicia es una unidad que nos permite mirar el horizonte con esperanza, porque “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”. (Sant 2,17). Queremos invitar a todos a decir juntos: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez.
Secretariado de Cáritas Latinoamérica y El Caribe
Mons. José Luis Azuaje Ayala
Arzobispo de la Arquidiócesis de Maracaibo
Presidente de Cáritas de América Latina y El Caribe
Roma, 25 de octubre de 2019